Antonio Roldán

Obra inédita

Cantares y coplas

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Cuando mi vista se acabe
y pierda la luz del día,
serán tu mano y tu voz
mi lazarillo y mi guía.

En la maceta geranios,
en el trigo, la amapola,
mis hijos entre tus brazos
y en mi corazón tú sola.

Cuando la muerte me agarre
tiene que hacerlo bien fuerte
porque yo, por no dejarte,
he de luchar con la muerte.

Que yo no me quiero ir
si tú no vienes conmigo,
porque debe ser muy triste
ir solo por un camino.

Por la senda de la vida
poco me queda que andar.
Dame tu brazo, que pueda
en él mi brazo apoyar.

Dos ramajes de mi cuerpo
se separaron de mí
y me dieron nuevos brotes
con la savia que les di.

Viejecillos vamos siendo
mas, aunque pasen los años
los dos nos vamos queriendo.

Cuando se apague la luz
no me cierres la ventana,
porque quiero que una estrella
siga alumbrando tu cara.

Dame la luz de tus ojos
que voy caminando a oscuras
por un camino de abrojos.

Pídele a Dios, vida mía,
que si llegas a morirte
me muera yo al otro día.

Si a mi muerte el Dios divino
el cielo me concediera,
yo tendría que pedirle
que conmigo te vinieras.

Te elegí por compañera,
y al cabo de tantos años,
ni males ni desengaños
impidieron que te quiera.

¿Qué me importa que se apague
la luz que Dios nos envía,
si con la luz de tus ojos
para mí siempre es de día?

De aquel tronco viejo
dos ramas crecieron,
de aquellas dos ramas
otras florecieron.

De lejos me parecía
que era la luz de tus ojos
la que en el cielo lucía.

No te separes de mí,
porque pudiera morirme
al separarme de ti.

Tengo que pedirle a Dios
que cuando muera me ponga
donde quepamos los dos.

No importa que el sol no asome
cuando el cielo está nublado,
si con la luz de tus ojos
ya me siento iluminado.

¿Qué me importa que se apague
la luz que Dios nos envía,
si con la luz de tus ojos
para mí siempre es de día?

Iba rimando mis versos
por la calle silenciosa,
yo creí que estaba solo
y tropecé con tu sombra.

Cuando no vienes conmigo
parece que el pueblo ha muerto,
y salgo atemorizado,
andando de lado a lado,
como si estuviese ciego.

Si Dios me quita la luz,
deja que siga tus pasos
porque mi sol eres tú.

Limonero, limonar,
Para la mujer que quiero
dame tu flor de azahar.

Llévame tú de la mano,
que ya mis ojos no ven
y quieren mirar en vano

Contigo quiero vivir
y morir quiero contigo,
y unirnos después allí
siendo Dios nuestro testigo.

Si la muerte me llevara,
yo quisiera que me entierren
en el hoyo de tu cara.

El trigo de nuestro pan
está en el surco naciendo,
el fruto de nuestro amor
está en tus brazos riendo.

Si yo tuviera que irme
porque así Dios lo mandara,
por un rayito de luna
vendría por ver tu cara.

La muerte vino a buscarme
y yo no me quise ir.
Yo no podía dejarte
viviendo sola y sin mí.

¡Qué mal rato he de pasar,
cuando Dios me diga vente
y tenerte que dejar!

Yo solo le pido a Dios
que guarde un sitio a su lado
para sentarnos los dos.

Tengo en mi patio violetas,
tengo rosas y alhelíes,
claveles en las macetas
y perlas cuando te ríes.

En las cruces de tu reja
se van clavando mis coplas,
y tú las vas desclavando
para que te cante otras.

La pena que yo tenía
la dejé junto a la cuna,
desde que tú me sonríes
no tengo pena ninguna.

Apoyándome en tus brazos
voy cruzando mi camino,
y así viviré seguro
hasta el fin de mi destino.

Agua fresca de mi pozo
tengo para mis calores.
Besos tuyos que me alivian
tengo para mis dolores.

Para gozar de tu amor
y no dejar de quererte
¿Qué será mejor, Señor,
seguir con vida o la muerte?

Una lágrima en tu cara
es un puñal clavaíto
en el fondo de mi alma.

Tus labios, claveles rojos,
tus manos magnolias blancas
y siempre vivos tus ojos.